Desesperada gritaba una y otra vez mientras limpiaba la ropa y el piso de lodo y agua.
-¡Ya madura! tienes cinco años, ¡no puedes revolcarte en el lodo cual cerdo, eso déjaselo a tu hermano de tres! ¡mira nada más! ¿te comiste la tierra también? ¡te dije que ya no lo hicieras! !qué cochina estás! ¡límpiate la cara!
Acto seguido le daba un par de nalgadas a su pequeña hija ignorando sus gritos y lágrimas.
Cuando la pequeña había salido del baño su mamá la abordó:
-¿Por qué no puedes portarte bien? ¿qué te hace falta? ¿qué quieres de mí?
-Que me quieras, mamá.
Por la noche las cuatro palabras de su hija rebotaban en su cabeza, no supo lidiar más con ello, la cuerda en su cuello lo demostraba.
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