Mi hermano ha hecho la petición de un cuento más...
Y aclaro, no sé cuál de los dos cuentos me gusta más... ambos los valoro demasiado.
Hace muchos años, en un lugar lejano existió un señor muy rico que tenía tres hijas, quienes eran su adoración. Un día, mientras la más pequeña cortaba una sandía, se encontró con un animalito muy peculiar, era pequeño, pero muy curioso, lo puso en una cajita de madera y lo llamó Zarzalita.
La pequeña mascota fue creciendo rápidamente y pronto se dio cuenta de que su habitación era pequeña, por lo que le llevó a vivir al patio.
Llegado el cumpleaños del señor padre, ya no había cosa en el mundo que no tuviera, así que les pidió a sus hijas le dijeran una metáfora respecto a qué tanto lo querían.
La hija mayor pensó muy bien lo que diría:
—Seas, querido padre, tan amado como el sol y el cielo, debido a que sin uno u otro no hay día.
La segunda hija no se quiso quedar atrás, llegado su turno exclamó:
—Amado padre, eres más amado que la luna y las estrellas, luceros de la noche, complementos del día.
La hija menor, un poco nerviosa y aconsejada por su mascota sencillamente dijo:
—Padre mío, eres tan valioso como la sal y el agua.
Al no encontrar cómo explicar tales palabras, el señor quedó enfurecido y ofendido, por lo que decidió mandar matar a su hija. Sus hermanas suplicaron piedad, por lo que solo le fueron arrancados los ojos a la pequeña.
Para ese momento, la Sarsalita vivía en un campo, la niña ante el dolor de haber sido humillada, fue a vivir con su gran mascota. Al poco tiempo tuvieron que mudarse a las afueras de un bosque.
Cuando había pasado un tiempo, llegó un leñador a cortar árboles por donde la niña vivía, escuchó la historia de la humillación por la que se había quedado ciega, así que decidió ayudarla de alguna forma, miró por toda la casa y halló algo; había un pequeño perico de oro, regalo de la Zarzalita a su dueña.
—¡Qué perico tan más hermoso!— exclamó el leñador.
—Puedo proponerte que vayas a donde mi padre vive, le cambies mis ojos por este perico y serás bien recompensado— respondió la niña.
El leñador no lo pensó dos veces.
Cambio perico de oro por un par de ojos.
Cambio hermoso perico de oro por un par de ojos azules.
Cuando las hermanas escucharon desde el balcón tales cánticos, corrieron ante su padre. "Nosotras no queremos los ojos de nuestra hermana pudriéndose en la casa, padre, tú no tienes un perico de oro, hagamos el pertinente canje" suplicaban las señoritas. Rápidamente él fue llamado para cambiar el par de ojos por el perico.
Como debía seguir trabajando, solo fue a dejarlos a la cabaña del bosque y se fue. La Zarzalita llegó, lavó los ojos y se los puso a su gran amiga.
—Debo partir, mi niña, a los adentros del bosque, donde no podremos vernos más debido a lo peligroso que es y a lo mucho que he crecido, sigue hacia el origen del río, lejos de la casa de tu padre y vive por ahí, quizá, solo quizá, pueda regresar a visitarte— dijo la Sarsalita.
Indefensa, se despidió de su gran amiga y partió hacia el camino indicado, pronto se halló ante una caravana donde venía un príncipe, quien atraído por su belleza, la hizo su esposa sin esperar. Como lo prometió, la niña premió al leñador con buena fortuna.
Créditos a: Diana Reséndiz |
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